M. Butterfly: Una subversión intencional

¡Hola! Hoy os hablo de una película que tenía pendiente y que me ha sorprendido por la gran crítica social y el mensaje que contiene. Se trata de «M.Butterfly», en la que el director, David Cronenberg, se atrevió a llevar a la pantalla grande la obra de teatro de David Henry Hwang.

Pero primero os hablaré de la ópera en la que está basada. La conocida «Madame Butterfly» de Giacomo Puccini cuenta en 3 actos la trágica historia de Cio-Cio-San (Butterfly), una joven geisha japonesa, y su relación con el oficial naval estadounidense B.F. Pinkerton. En Nagasaki a principios del siglo XX, Pinkerton se casa temporalmente con Cio-Cio-San, quien se enamora profundamente de él. Pinkerton, sin embargo, ve su matrimonio como una unión pasajera y regresa a los Estados Unidos.

Tres años después, Cio-Cio-San espera fielmente el regreso de Pinkerton, habiendo tenido un hijo con él. Pinkerton finalmente regresa a Japón, pero con su nueva esposa estadounidense. Al enterarse, Cio-Cio-San queda devastada. En su desesperación, se suicida, dejando a su hijo al cuidado de Pinkerton y su nueva esposa.
Es importante que establezcamos este punto de partida, porque la obra original de Hwang y la película de Cronenberg son una subversión de esta ópera.

La obra “Madame Butterfly” muestra cómo los hombres occidentales tienen una idea equivocada y fantasiosa sobre otras culturas, lo que lleva a prejuicios y control sobre otras regiones. Esta historia también ha creado imágenes falsas sobre las personas de otras razas y géneros. Por otro lado, la obra “M. Butterfly” de David Henry Hwang cambia esta perspectiva. Critica estas ideas erróneas y cambia la forma en que se ve la relación de poder entre Occidente y el resto del mundo. Hwang lucha contra el racismo y el sexismo, y pide que se entiendan y superen los prejuicios culturales y de género.

¿Y qué nos cuenta esta obra llevada al cine? Pues «M. Butterfly» cuenta la historia de René Gallimard (Jeremy Irons), un diplomático francés destinado en Pekín en la década de 1960, quien se enamora de Song Liling (John Lone), quien cree que es una cantante de ópera china y aquí viene lo interesante, ya que Gallimard cree estar con una mujer delicada y sumisa, que encarna su idealizado estereotipo de la feminidad oriental. Sin embargo, la revelación de que Song es en realidad un hombre y espía para el gobierno chino desmorona su mundo, llevándolo a un trágico final.

Identidad y percepción

Uno de los temas más potentes de «M. Butterfly» es la identidad y cómo ésta puede ser manipulada por las percepciones y prejuicios. La película cuestiona las construcciones de género y la capacidad del amor para cegar a las personas ante la realidad. La relación entre Gallimard y Song desafía las nociones occidentales sobre la feminidad y la masculinidad, y cómo estos conceptos pueden ser explotados. Como Song le dice a Gallimard: «Solo un hombre sabe cómo debe actuar una mujer» y esta frase marca toda la relación de ambos.

Sobre orientalismo y estereotipos culturales

Cronenberg y Hwang examinan críticamente el orientalismo, un término acuñado por Edward Said para describir la representación occidental de las culturas orientales como exóticas, misteriosas y subordinadas. Gallimard proyecta sus fantasías occidentales sobre Song, quien utiliza estas mismas fantasías para manipularlo y obtener información. La película revela cómo los estereotipos culturales pueden ser peligrosamente engañosos. «Las naciones del Este… representan lo exótico, lo místico», dice Gallimard, encapsulando su percepción errónea y simplista.

«M. Butterfly» también es una profunda tragedia de amor, donde la obsesión y el deseo conducen a la autodestrucción. La ceguera de Gallimard hacia la verdadera identidad de Song no solo es un testimonio de su amor, sino también de su arrogancia y autoengaño. La película subraya el dolor de descubrir que el amor puede estar basado en una ilusión. Como Gallimard reflexiona en un momento: «Lo que amamos en las mujeres es lo que los hombres crearon a su alrededor, la idea de la mujer».

Maravillosas actuaciones

David Cronenberg maneja la dirección con una sutileza inusual, alejándose de sus características imágenes gráficas para centrarse en la psicología de los personajes. La actuación de Jeremy Irons es excepcional, retratando a Gallimard con una mezcla de vulnerabilidad y arrogancia que lo hace profundamente trágico. John Lone, como Song, ofrece una interpretación matizada y compleja, navegando entre la identidad de género y la lealtad política con una facilidad impresionante.

«M. Butterfly» es una obra que desafía las expectativas tanto del género cinematográfico como de las narrativas culturales. A través de la lente de Cronenberg, la historia de Gallimard y Song se convierte en una meditación sobre el amor, el engaño y la identidad. La película nos recuerda que las percepciones pueden ser tan frágiles como el más delicado de los disfraces, y que la verdad, por dolorosa que sea, siempre encuentra su camino hacia la luz. «Amo la idea de la mujer, más que a la mujer misma», declara Gallimard, encapsulando la esencia de su trágica ilusión.

5 consejos breves para escribir buenos DIÁLOGOS

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¡Hola! Hoy os traigo una entrada muy cortita con 5 consejos que a mí me suelen funcionar. En mis novelas hay muchos diálogos porque considero que aportan mucho a los personajes. Nos definimos por lo que hablamos y callamos y así lo intento transmitir en mis historias.

Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras decía Gandhi.

Qué importante es lo que decimos y como lo decimos ¿verdad?

Pensemos en nuestro día a día, en como contamos las cosas. ¿Cómo podemos transcribir eso a nuestros personajes para que resulte efectivo y real?

Pues aquí os dejo 5 consejos.

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Photo by Mike Tinnion on Unsplash

1.Evita los diálogos demasiado elaborados.

Un diálogo tiene una función clara: dar voz a los personajes.

Y en función de cada uno, de sus características, la voz del personaje y su forma de expresarse irá acorde. CADA PERSONAJE TIENE SU PROPIO REGISTRO.

No todos nos expresamos igual. Todo depende de nuestra cultura, de las circunstancias de la interacción, de nuestros interlocutores…

Todo eso debemos plasmarlo en nuestra novela.

Pero cuidado, porque a veces, cometemos el error de «elaborar» demasiado los diálogos, utilizando estructuras complejas o palabras excesivamente cultas que no se corresponden con la realidad y que sobrecargan los textos. Además, resta verosimilitud a la situación que estás describiendo y a los lectores puede chirriarles.

2. Los diálogos aportan dinamismo.

Juega con eso.

En ocasiones un buen diálogo puede aportar más cosas que una descripción. Agilizará el texto y los lectores lo agradecerán.

3.Utiliza los silencios, las medias verdades y no lo cuentes todo en los diálogos

Un personaje no tiene que decirlo todo. Puede mentir, engañar o callarse cosas. Usa recursos para mostrarlo con el fin de que el lector no tenga toda la información.

Guárdate un as en la manga para que después siempre haya algún giro narrativo que sorprenda.

4.Utiliza otros verbos de «habla» pero elige bien.

Puedes usar verbos de habla : dijo, contó, explicó, narró…Pero no hay que pasarse con ellos, porque a veces, se sobreentiende.

Si hay muchos hablantes, incluye incisos para que el lector no se despiste. Una vez leí que había que incluir un inciso cada tres intervenciones entre dos hablantes. Yo creo que es efectivo.

Eso sí, procura no usar verbos como aseverarexhortar, amonestar, enunciar porque quedan muy pedantes y sobrecargan el texto.

5.No te pases usando el nombre de los personajes en los diálogos.

Yo cometía mucho ese error (y aún lo hago, lo confieso). Me encanta añadir el nombre al final de un diálogo. Confiere énfasis y utilizado sabiamente puede añadir valor a la frase o a los sentimientos del personaje. Pero hay que ser comedido.

¿Qué os ha parecido? ¿Qué añadiríais? Espero vuestras respuestas.

Y ya sabéis que estoy en.

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